Tengo que empezar escribiendo que no me gustan las corridas de toros, que me desagrada que llamen fiesta al espectáculo sobre el maltrato a un animal y que ya sé que hay una gran tradición en este tema, pero los tiempos cambian y las personas no se deben anclar en el Neolítico, estaríamos apañados si así fuera. Y ahora añado que este libro es fascinante, nos retrata la vida en Sevilla a principios del siglo XX de forma que parece que paseamos por sus calles y vemos y escuchamos a sus habitantes moviéndose por la ciudad. Estuve yendo al café con mi padre desde los ocho hasta los once años.
Aprendí allí algunas cosas fundamentales, entre otras, a saber cómo debe
comportarse un hombre que se estime. Biografía, novela, esta narración nos mantiene en vilo hasta la última página. Vemos forjarse la afición del niño Juan Belmonte por el toreo, lo toreaba todo: perros, sillas, coches, ciclistas; le daba media
verónica y un recorte a una esquina, a un cura, al lucero del alba. Y sus duros comienzos en un mundo desigual de potentados y desgraciados: El torerillo ensayaba una sonrisa de disculpa por no haberse muerto, y el ganadero mascaba su gran puro y escupía.
El joven Belmonte triunfa, se convierte en una estrella y los viajes le permiten ver otros mundos: Resultaba que se podía vivir de otra manera, que las gentes pensaban de
otro modo y se movían por unos estímulos distintos de los que nosotros
sentíamos. Y ya entonces, cuando el torero era un ídolo como ahora lo es el futbolista -tampoco hemos evolucionado mucho-, había quien se hacía preguntas: ¿Quién te dice que algún día no han de ser abolidas las corridas de toros y desdeñada la memoria de sus héroes? Excelente prosa y trama muy interesante.