23 de mayo de 2013

Fiódor Dostoievski: Crimen y castigo

   Intenso. Enfrentarse a una relectura es siempre arriesgado. Una nueva visión  puede resultar decepcionante; el libro ha podido no envejecer bien y nosotros hemos cambiado. Así pues abrí Crimen y castigo con reticencias, sobre todo teniendo en cuenta que habían pasado casi tres décadas y que su protagonista, Raskólnikov, me ha acompañado  como una referencia para intentar entender un poco mejor el mundo, al igual que otro puñado de personajes literarios. Pero un clásico no lo es por casualidad, sino porque han pasado los años y sigue aumentando su valor, está más allá del tiempo y del espacio.
   San Petersburgo, siglo XIX. El retrato de una época marcada por las desigualdades y, por tanto, por las miserias del hombre. El pobre se arrastra por el lodo y el poderoso pisa las cabezas de los más indefensos, el vértigo de los privilegios. Al cabo de un rato sintió ahogo y opresión en aquel cuchitril amarillo que más parecía una alacena o un baúl.
   La conciencia, los remordimientos, la justificación inverosímil de los propios actos. Todo ello revolotea sobre la novela en forma de angustia. ¿Cómo ha podido...cómo ha podido cargar con eso sobre su conciencia? Pero ya antes de cometer un acto criminal, el tormento acude al protagonista y le condena a la vigilia. Pero ¿es que va a ocurrir eso? ¿Es que va a ocurrir de verdad? Presenta alegatos para defender su comportamiento, como han hecho casi todos los criminales de la historia. Por una vida, miles de vidas salvadas de la podedumbre y la corrupción. 
   El clima es asfixiante, hasta en las calles se siente una como en una habitación cerrada, es imposible engañarse a uno mismo. Aunque miremos hacia otro lado, todo el mundo distingue entre el bien y el mal. Tarde o temprano llega un rayo de lucidez y cada uno debe enfrentarse a sus actos.





11 de mayo de 2013

Manuel Leguineche: Madre Volga

   Literario. Leguineche se embarca y viaja a través del Volga de aguas sabias y nauseabundas e intenta penetrar en el alma del país, aunque no hay expertos en Rusia, sino diversos grados de ignorancia. Es un buen punto de partida para no simplificar en cuatro capítulos lo que unos ojos siempre despistados creen ver en un viaje. Penetra en las páginas de los grandes escritores rusos, siempre pendientes de su nación y plasmando una realidad dura y obstinada.
   Gogol es el poeta de las almas muertas, de terratenientes, burócratas y funcionarios. Pushkin, Dostoievski, Tolstói, Chéjov, Gógol, Gorki, Pasternak. Todos pasean por este libro y nos muestran su visión desesperanzada. Y es que todos los tiranos de Rusia han muerto en la cama, y al más liberal, Alejandro II, lo mató un anarquista. Y parece que todo puede ir a peor. O a mucho peor.
   No sé si los rusos beben para olvidarse de sí mismos pero sí parece que el vodka, la bebida nacional, es una especie de bandera, un salvavidas para las horas de tristeza. Omnipresente y digerida como si se tratara de una bebida inocua, siempre es protagonista.
   Y los momentos actuales no mejoran en absoluto una larga crónica atormentada. Esta novela de hoy supera con mucho la imaginación de los más tremendistas escritores rusos. La situación camina desbocada entre la estepa del pesimismo. Las desigualdades de unos pocos que se han apropiado del estado y una mayoría paupérrima crearía turbulencias en cualquier rincón del planeta, pero aquí parecen resignados por el peso de la historia. Las mayores fortunas del mundo y una población cada día más empobrecida mantienen un pulso entre la ansiedad de los ricos por ser más ricos y de los pobres por sobrevivir . Como siempre o casi siempre.








1 de mayo de 2013

Rafael Reig: Lo que no está escrito

   Rafael Reig nos regala una novela fresca y muy agradable de leer. Pone sobre la mesa las tortuosas relaciones de un padre con su hijo pero salta todas las barreras del camino y se adentra en el mundo de la delincuencia a través de una novela que le entrega a su antigua mujer: Sólo quiero que tú la leas. Metaliteratura y catarsis.
   El protagonista es un personaje atormentado, incomprensión. Carlos no encontraba otra cosa a su alrededor, que proyecta las angustias propias en su hijo  y lo aniquila poco a poco. Y la destinataria de esa novela sufre y revive con su lectura los temores que siempre ha tenido sobre su antiguo marido. El terror en cualquiera de sus múltiples variantes  tiene la habilidad de paralizar a sus víctimas y de impedir la huida y la defensa, algo no siempre recordado por quienes no han sufrido acoso de ningún tipo.
   Y de fondo nos ofrece el retrato de unos delincuentes de medio pelo con ingenuas aspiraciones a escapar de su realidad, es este barrio lo que no tiene arreglo. Pero es muy difícil driblar al futuro que nos pinta el destino. Y cada vez más.