Intenso. Enfrentarse a una relectura es siempre arriesgado. Una nueva visión puede resultar decepcionante; el libro ha podido no envejecer bien y nosotros hemos cambiado. Así pues abrí Crimen y castigo con reticencias, sobre todo teniendo en cuenta que habían pasado casi tres décadas y que su protagonista, Raskólnikov, me ha acompañado como una referencia para intentar entender un poco mejor el mundo, al igual que otro puñado de personajes literarios. Pero un clásico no lo es por casualidad, sino porque han pasado los años y sigue aumentando su valor, está más allá del tiempo y del espacio.
San Petersburgo, siglo XIX. El retrato de una época marcada por las desigualdades y, por tanto, por las miserias del hombre. El pobre se arrastra por el lodo y el poderoso pisa las cabezas de los más indefensos, el vértigo de los privilegios. Al cabo de un rato sintió ahogo y opresión en aquel cuchitril amarillo que más parecía una alacena o un baúl.
La conciencia, los remordimientos, la justificación inverosímil de los propios actos. Todo ello revolotea sobre la novela en forma de angustia. ¿Cómo ha podido...cómo ha podido cargar con eso sobre su conciencia? Pero ya antes de cometer un acto criminal, el tormento acude al protagonista y le condena a la vigilia. Pero ¿es que va a ocurrir eso? ¿Es que va a ocurrir de verdad? Presenta alegatos para defender su comportamiento, como han hecho casi todos los criminales de la historia. Por una vida, miles de vidas salvadas de la podedumbre y la corrupción.
El clima es asfixiante, hasta en las calles se siente una como en una habitación cerrada, es imposible engañarse a uno mismo. Aunque miremos hacia otro lado, todo el mundo distingue entre el bien y el mal. Tarde o temprano llega un rayo de lucidez y cada uno debe enfrentarse a sus actos.
El clima es asfixiante, hasta en las calles se siente una como en una habitación cerrada, es imposible engañarse a uno mismo. Aunque miremos hacia otro lado, todo el mundo distingue entre el bien y el mal. Tarde o temprano llega un rayo de lucidez y cada uno debe enfrentarse a sus actos.